viernes, 25 de julio de 2008

Edipo al cubo




Con dos tijeretazos cayó su pantycelyn
y la contemplé desnuda, canosa por encima y la mitad,
curva como un signo harto interrogativo,
apoyada en el bastón de magnesio
sobre un montón abundoso de ropa sórdida.
La empujé al box-spring y temí por su esqueletamen;
fue arduo lograr que subiera las piernas
pero era excitante aquella risa cascada al intentarlo.
Advertí asimismo que los pies edematosos eran suyos, no míos:
inconsecuencias del mundo sublunar.
Nunca se tienen ochenta años en balde,
warte nur, balde-
::::::::::::::::::::mas tampoco anticipemos.

Besé la boca de tanino arcaico,
avanzando la lengua por una brecha de dientes faltantes
::::::y adyacentes;
compilé un seno con ambas garras,
lo plegué sobre sí mismo dos veces a lo largo antes de estatuirlo,
y entre un acceso de tos (productiva) de doña Violante
tres dedos míos le exploraron el pabellón de un oboe sumerso,
forrado interiormente de papel de china.
Descendí entre aquellas rodillas arrugadas como codos:
luego de haber hipotecado mi tolemaico existir
(si bien no en este orden)
por el olor amazónico de alguna criatura trecena,
el agreste del cuarto o quinto lustro,
el monárquico (y constitucional) en la especie madura
—ahora olía igual que cuando uno acompaña a los condenados
::::::rumbo al auto de fe
y en el cortejo se cuela un chivo poco expiatorio y las beatas
::::::::::huyen batiendo sus tocas.
Ella tiritaba como una itzcuintla, tiritaba pese a mi pasión,
expuesta en cueros a las intemperies de la discreta lámpara,
y yo, atosigado al adherir a su natilla de carcoma el
::::::::::vigésimo timbre postal,
le salté súbito encima, loco puma,
y cubrirla, estrujarla, gritarle mi pío al oído (hasta
::::::que entendiera).

Mientras yo la embestía sin cuartel,
ella, con un pulgar y el índice,
se meneaba un colmillo flojo, color ocre,
y crujía toda del dolor agridulce, retorciéndose,
cuchicheando frases truncas entre carrasperas
hasta que, al aproximarse a la cima,
consiguió arrancárselo,
se realmió una raya de sangre, lo toró sobre mi hombro
—y me detuve en seco,
pues sonó que rompía algo de cristal fino, tal vez una ilusión.
Corrí a encender la luz del techo, busqué a gatas, pero
::::::nada hallé.

1 comentarios:

Unknown dijo...

lo siento si parezco pazguato, este poeta es un descubrimiento para mi y quiero leer más y leerme todos sus libros. por caridad, me dicen cómo conseguir sus libros ? prioridades: 1. libros impresos ( de esos de papel que uno huele apenas los abre por primera vez, y los lleva consigo a tantos lugares imprevisibles ) 2. el opaco pdf de la web , etc. POR FAVOR ! tengo hambre.